miércoles, 19 de octubre de 2011

DEJAR DE CONTROLAR. RENDIRSE, FLUIR Y JUGAR


Esta es una de esas entradas que resuena y resuena con fuerza desde el fondo de mi alma. La rendición.
Os contaré la cadena de sucesos que me han llevado hasta la necesidad de centrarme en este concepto.
¿Conocéis el cuento de la lechera?. Os pondré un enlace para que aquellos de vosotros que no lo conozcáis podáis hacerlo. (Pondré el enlace en la parte inferior). Pues bien, la semana pasada me ocurrió un suceso que me hizo sentir como ella. Con gran felicidad y autoconfianza comencé a proyectar las cosas buenas que a raíz de este suceso me pasarían en un futuro. A más comencé a pensar, más cuenta me di de lo lejos que estaba de que todo eso pasase. A la vez notaba como iba perdiendo energía, como descansaba menos, o más bien no descansaba, hasta que "me rompí". Volví a estar caer en un severo costipado. Me dí cuenta de que no era normal estar costipado tan frecuentemente así que, reflexionando, llegué a la conclusión de que, de alguna forma, tanto proyectar como la verdadera sensación de lejanía del objetivo, me quitaron energía. Era (es) algo físico, casi mesurable. (Lo que me lleva a preguntar que si funciona en sentido negativo, podrá servir en sentido positivo, pero de eso ya hablaremos otro día).
La cadena de sucesos sigue. Hablando con una buena amiga, ésta me dijo que yo era un controlador. Que necesitaba tener todo en mi vida controlado. Sobre todo controlar las incertidumbres de la misma. Me descubrí a mí mismo diciendo dos cosas en las que no había reparado, dos constantes: La primera, es que si soy tan controlador es porque no confío en absoluto en mi destino, en las cosas que el viento de la vida me pueda ir trayendo. (Es la forma de actuar de alguien que se siente profundamente decepcionado, lo sé y lo asumo). Lo segundo que dije es que siempre me pasaba lo mismo, en el momento en que me centraba en las cosas que realmente quería, las perdía o estas se alejaban. Es algo matemático en mi vida, en todos sus campos.
No me malinterpretéis, no estoy haciendo una sesión de lloriqueo, pero si explicando algo que posiblemente muchos de vosotros podáis estar viviendo en mayor o menor medida.
Tengo que reconocer que yo no sé abandonarme a la vida, rendirme. Me pone en una situación extraña. Y es la percepción de que no avanzo. Claro que si controlo, lejos de avanzar, retrocedo. No creo que tenga que elegir la menos mala de las opciones. Sino hacerlo mejor, y más que rendirme es dejar fluir...a cada momento, a cada instante, y alejar los comportamientos de control. Qué son: preocupación, tener la mente en el futuro, el miedo. Actuar así, dejar fluir ya no se está convirtiendo en un mero capricho espiritual o psicológico sino una verdadera forma de volver a recuperar energía. Esta es una de los mejores ejemplos de implicación en red o integral entre la mente-alma-cuerpo.
Un ejercicio importante es saber cuándo me volví un controlador?. Esto me hace pensar que a lo mejor debería definir primero que es -para mí - ser un controlador. Según mi experiencia, ser controlador es preocuparme, planificar, contrarrestar los efectos de un futuro incierto. Que nada me sorprenda. Lo que es increíble de este proceso es que las cosas malas suceden inevitablemente, mientras que las buenas,no. ¡Curioso!. Se moviliza mucha energía en estos procesos, y es una energía tóxica, contaminada, contaminante. Llevo años pensando en cómo resolver un problema, y nunca, nunca, nunca he llegado a la más mínima conclusión. A más pienso en ella, más me alejo, y si no pienso en ella - no me acerco.
Esta amiga mía me decía que jugase, jugase con estas cosas como haría un niño. Me decía, "verdad que cuando eras niño no tenías que preocuparte de dónde vivirías, qué comerías, qué cosas te traería el destino?. No, no lo necesitabas porque confiabas; en tus padres, tu familia, quien fuera, pero confiabas, no tenías ni que pensarlo, pues esa es la actitud". Ya os contaré, pero por el momento, si quiero curarme del costipado debo recuperar la energía, liberarme de mis propias toxicidades, y para hacer eso debo rendirme y fluir, dejarme llevar. No centrarme en las cosas que quiero, más bien jugar con ellas (no en su sentido peiorativo, sino en el sentido más infantil, más puro).
Las fotos, siguen siendo del 15-O, que tomé en Barcelona. Os dejo el enlade del cuento de la lechera:
El video que pondré hoy para acompañar la entrada es de la bso de la versión de Metropolis (1984), con música de Freddie Mercury. Recomiendo activamente la película original (1927) de Fritz Lang. Una auténtica joya.

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